jueves, 9 de diciembre de 2010

El cerebro humano está orientado al pecado

Según informa un estudio de científicos neurológicos de varias Universidades y centros científicos, los impulsos más oscuros del ser humano estarían afincados en lo más recóndito de nuestro cerebro, incluidos los vicios conocidos como los 'siete pecados capitales'.

Para llevar a cabo su estudio, los científicos de la Universidad estadounidense de Nothwestern han contado con varios voluntarios que se han sometido a pruebas relacionadas con los siete pecados capitales, según informa BBC en su web.

En el caso de la lujuria, al paciente se le mostró varias escenas de películas eróticas que eran proyectadas en una pantalla situada en la parte posterior del escáner y debía visualizarlas a través de un espejo mientras era monitorizado con dicho escáner. La resonancia resultante reflejaba que el sistema límbico, encargado de procesar respuestas fisiológicas frente a estímulos, se activaría cuando veríamos algo que nos gusta.

Otros estudios indican que la lujuria estaría en nuestros genes, pues la naturaleza nos orienta a la procreación. Esto ocurría también con la gula.

La escasez nos guía hacia el pecado

Según informa uno de los científicos, Adam Safron, la gula proviene del ambiente en el que evolucionó el ser humano, ya que por entonces había escasez de alimentos y la naturaleza se encargó de gratificar al ser humano cuando comía con gula para almacenar grasas y sobrevivir en momentos de privación de alimentos.

Esta especie de "instinto" hoy se ha convertido en un problema sanitario, ya que la abundancia de alimentos hace que el ser humano coma con ansia, lo que deriva en algunas enfermedades alimenticias como la obesidad.

Otro de los pecados relacionado con la escasez de alimentos es la pereza. Según Safron, "Nunca teníamos la certeza de cuándo volveríamos a ingerir una comida sustanciosa. Así que, si era posible, descansábamos. Las calorías que no quemábamos mientras llevábamos a cabo actividades, las podíamos usar para procesos corporales de crecimiento o de recuperación".

Los pecados más dolorosos

Siempre se ha dicho que el pecar proporciona placer para el que lo lleva a cabo, pero hay pecados que resultan más dañinos que otros, como es el caso de la envidia, la soberbia, la ira o la avaricia.

Un estudio del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Japón ha estudiado laos efectos que tiene la envidia en el ser humano. Partiendo de un grupo de voluntarios monitorizados, dividido en dos perfiles: triunfadores y mediocres, se les expuso un perfil de triunfador. Aquellos, cuyas vidas eran más simples, mostraron una reacción en la corteza cingulada anterior, vinculada al dolor físico, confirmando la teoría de que la envidia es una emoción dolorosa.

El caso de la soberbia es muy similar. El análisis de este pecado fue llevado a cabo por la Universidad Motclair State, situada a las afueras de Nueva York, utilizando un método de bloqueo para estimular ciertas partes del cerebro relacionadas con la soberbia.

Los voluntarios del estudio ven reducida o aumentada su sentido del autorealce según esté situado el imán alrededor de su cabeza, incluso los bloqueos en la corteza prefrontal medial del cerebro, provocan algo de depresión, lo que muestra lo doloroso que puede llegar a ser este pecado. Sin la estimulación cerebral, los participantes tienden a decir que son mejores que los demás.

La ira, la avaricia y su relación con el entorno

La Universidad de New South Wales en Australia realizó un estudio sobre la ira. Para llevarlo a cabo tuvieron que fustigar a los voluntarios para ver que ocurría en su cerebro cuando se enfadaban.

Según este estudio, algunos de los participantes partían con una predisposición derivada de su personalidad. En los depresivos y proclives a guardar rencor, la corteza prefrontal medial se activaba. Esto podría tener relación con la evolución ancestral del cerebro que se vio afectada por el entorno.

En el caso de la avaricia, no existen estudios cerebrales al respecto, pero si sociológicos e históricos. Según el estudio de la Northwestern, "Podría haber bases innatas para la avaricia, pero debido a que es un fenómeno más complejo, podría estar más condicionado por el aprendizaje y el entorno".










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